jueves, abril 06, 2006

Otra vuelta de tuerca

Para la reunión del mes de abril hemos seleccionado Otra vuelta de tuerca, de Henry James. Hacía tiempo que queríamos introducir un "clásico" (con todas las connotaciones que conlleva) en nuestro Club. Y un clásico del terror o del misterio, como prefiramos. Hemos de manifestar que presentar un título así a un grupo de chicos de 13-15 años puede resultar, cuanto menos, suicida. Y más cuando en nuestras reuniones ha quedado el "humo" de que prefieren libros sobre "vida real" o de aventuras y misterio. El argumento es el siguiente: una joven inglesa llega a una vieja mansión en el campo para encargarse de la educación de un niño y una niña que han quedado huérfanos. Poco tiempo después de su llegada, descubre que los niños reciben periódicas «visitas» de sus antiguos preceptores, un hombre y una mujer que habían muerto hacía más de un año. La institutriz, horrorizada, decide hacer lo posible para defender a los niños, cuya custodia se le había encomendado, y trata de interponerse entre ellos y los dos fantasmas. Con esta historia, aparentemente tan sencilla, Henry James logró realmente el «más difícil todavía»: dar otra vuelta a esa «tuerca» que hay escondida en todo relato de terror. Escrita en 1898 pertenece a la segunda época del autor, la que va de 1881 a 1901, donde compone dos novelas largas, produce mucho teatro, y novelas cortas como la que nos interesa aquí, The Turn of the Screw.
La reunión se inició presentando el próximo libro de Eliacer Cansino y el día (20 de mayo). Comenzamos, en primer lugar, dando disculpas por el libro elegido; lo que quiero decir es que la edición de Anaya, Tus libros-selección, incluye un apéndice, que aunque viene firmado por la traductora viene a “destruir” la imaginación de los chavales en cuanto a la ambigüedad del final porque la traductora se permite un final propio. Es inadmisible.

[Hemos decorado con carteles alusivos a los personajes y el ambiente de la obra: los niños, la institutriz, “los otros”, señorita Grose, la casa, el lago, escaleras victorianas, ventanas, el autor, alguna fotografía con fantasmas...todo ello con la única luz de una vela en el centro de la mesa.]

Una vez aclarado esto los chavales mostraron disparidad de opinión sobre la bondad del libro. A los dos chicos no les gustó demasiado; sin embargo, a la inmensa mayoría de las chicas, sí (¡!). La impresión general era que los niños protagonistas (Flora y Miles) eran “muy malos”. Es decir, predominó la opinión de que los niños estaban en connivencia con los “fantasmas” y se daba por hecho de que estos existían.

Una de las quejas es que “no daba miedo” (a los chicos) y era muy “pesado”. Es decir, el problema normal cuando leemos un clásico, y en concreto de finales del XIX: choca con nuestro lenguaje y modo de ver-leer las cosas: lentitud en las descripciones, poca agilidad verbal, situaciones “cerradas” (en este caso un viejo caserón victoriano), personajes marcadamente psicológicos...

Explicamos que ante la realidad vista a través de los ojos H. James busca en el lector una complicidad “mental”, en otras palabras, la descripción de personajes y ambientes se hace a través de nuestra inteligencia o mente.

A las chicas, mayoritariamente, sí les ha gustado bastante el libro. También veían como “heroína” a la institutriz, siendo ésta maltratada por los niños.
Preguntando cuál sería el tema de la novela parece claro que es “la inocencia de la infancia” (o mejor, la posible inocencia de la infancia).

Discutimos sobre el hecho de que la institutriz, de la que no sabemos nada –tan sólo su diario y lo que nos narrador (que no es poco, por cierto)- sea posiblemente una influencia negativa en los niños –como se dice en el apéndice del libro-. Es decir, se habla de la posible “locura” de la aya al ser ésta la única que ve fantasmas.

Hablamos sobre el hecho de que la srta. Grose nunca llegó a ver los fantamas, tan sólo la “creía” en la lucha de la institutriz contra “los otros” que se habían atrevido a quebrantar las estrictas normas sociales.

Añádase la vergüenza que significó el posible embarazo de la señorita Jesel por el mayordomo y su posterior ¿suicidio?.

[Recordemos la permanente ambigüedad en la que se mueve el texto, la constante “vuelta de tuerca” que el autor imprime al mismo.]

Insistimos en el hecho de la educación mojigata y básica de la institutriz y del fervor que levantaba Miles en ella. Los chicos nunca vieron posible que hubiera una posible relación sexual entre ambos. A pesar de que dimos por hecho de que el chico probablemente asistió a los encuentros entre los Peter Quint y la srta. Jessel (nos imaginamos a la pequeña oyendo-no viendo).

Recordamos que la srta. Grose se llevó a la pequeña espantada por “las palabras” que usó la pequeña en sus pesadillas.
Resaltamos que los fantasmas, en esta obra, no son los que imaginamos normalmente sino que destacan por sus “formas humanas” y su indistintas horas a la hora de aparecer (¿o eran visiones exclusivas de la institutriz?).

Todos estaban convencidos de que el autor no era “normal” a sus ojos, es decir, quizás aún no sea un autor para sus ojos tan jóvenes, podríamos decir mejor. Es el constante peligro que corremos con un “clásico”.

Es de destacar que los chavales que lo leyeron dos veces vieron cómo cambiaba su primer punto de vista: “el autor triunfaba desde su tumba: Otra vuelta de tuerca”.

Por último, conversamos sobre si creíamos o no en fantasmas. En este punto del debate nos encontramos con historias “reales” de alguien que conoció a un primo de...en fin, aun en la era de las nuevas tecnologías la inmensa mayoría de nuestros jóvenes creen en fantasmas y es más, no faltaron los que tuvieron su propia experiencia...